FIVAC: desde mi ciudad natal, traer y conocer obras de todo el mundo, dialogar y aprender de otros artistas

Entrevista a Jorge Luis Santana, presidente de FIVAC.

Por: María Antonia Borroto.

Foto: FIVAC

En 1998 me reencontré con los laberintos de esta ciudad, y hablo no solo de los físicos, esos que nos hacen perder el rumbo y hasta maldecir las tantas vueltas dadas para llegar a cualquier punto del centro histórico. Los otros laberintos —¿virtuales acaso?— me resultaron siempre más desafiantes y todavía hoy incomprensibles. De todo eso trata esta entrevista con Jorge Luis Santana, presidente del Festival Internacional de Videoarte, realizado este año contra viento y marea —y sorteando aún la Covid-19— en días levemente invernales.

Muchos asocian Camagüey con el conservadurismo. Aunque yo, en lo personal, no comparto esa idea, sí creo que está muy bien instalada en nuestro imaginario. Por eso se impone como primera cuestión: explorar hasta qué punto un Festival Internacional de Videoarte en esta “suave comarca de pastores y sombreros” podía parecer factible en los momentos en que decidieron aventurarse en el empeño.

“Lo primero, para entender lo factible o no del empeño, es que el núcleo principal de los que iniciamos el festival éramos de una generación que llegaba a la madurez y que tenía una excelente formación académica, cultural, ética, etc. Entonces nos encontrábamos con un estado de cosas en las instituciones y eventos ya diseñados, y con sinergias que contrastaban con lo que deseábamos y sabíamos que podíamos lograr. Esto fue en esencia el motor impulsor: no se trataba de cambiar o modificar los eventos que existían y los intereses de sus gestores y las instituciones que los cobijaban. Debíamos crear algo completamente nuevo, que, además siendo coherente con el proyecto, tendría necesariamente otra forma de relación con la institución, un carácter autónomo en las decisiones y estrategias y el imprescindible autofinanciamiento. De hecho, el festival es el único evento internacional que se ha sostenido en el tiempo, en la ciudad y como pocos en el país.

“Este factor de confluencia, en el comienzo, de un pequeño grupo de intelectuales hizo factible el evento, luego a través del tiempo con las nueve ediciones concretadas se vio la necesidad de la existencia en la ciudad de un proyecto como este, como referente para otros eventos, para artistas locales y nacionales, y para un público también nuevo, ávido de disfrutar lo contemporáneo”.

¿Cuáles fueron los antecedentes de este sueño que es FIVAC?

Santana: “Los antecedentes fueron varios, en primer lugar, el colectivo control-z, más virtual que físico, que conformamos un grupo de amigos en el Instituto Superior de Arte; aunque duró poco, fue la génesis para agrupar obras experimentales y enviarlas a diferentes festivales internacionales. Gracias a esto entramos en contacto directamente, sin que mediara ninguna institución con comités organizadores de festivales de video creación en el mundo y comenzamos a relacionarnos y establecer colaboraciones, y estos a su vez a indagar sobre la existencia de festivales de la misma naturaleza en Cuba. No los había, y esto nos hizo reflexionar y plantearnos fundar en la ciudad un evento que por su proyección experimental no existía en el país.

“Otro antecedente que en paralelo nos sirvió de impulso fue conocer la organización de un evento audiovisual en Madrid: La boca del Lobo; Diana (Diana Rosa Pérez Legón, productora del Festival) y yo tuvimos la oportunidad de visitar a Javier Muñiz, su director, y vimos de manera sorprendente cómo desde una pequeña oficina de su casa se organizaba tan espectacular evento y eso nos motivó mucho, y con la experiencia que teníamos de trabajo y de producción anteriores, como el trabajo de Diana en los inicios del Almacén de la Imagen, sus cursos en la escuela de San Antonio sobre marketing internacional y distribución, yo fundando y acondicionando galerías como la galería Mira de la Casa del Joven Creador… Y, por fortuna, pudimos contar incondicionalmente con Teresa Bustillo, un referente como curadora y profesora del arte no solo para la provincia sino para todo el país; con su pasión, inteligencia y guía en todo momento, dio las bases fundamentales para crear, perfeccionar FIVAC y que se mantuviera todos estos años”.

Desde sus inicios, el Festival tuvo una clara proyección hacia el espacio público. Recuerdo plazas donde el público esperaba expectante, tanto como si de un concierto se tratara, las proyecciones.

Santana: “Al principio se tenía como uno de los objetivos esenciales dar a conocer al público local el lenguaje particular de la video creación, su carácter experimental no narrativo. Por eso se organizaron muestras en plazas de la ciudad para que las audiencias comprendieran y disfrutaran de otra visualidad que enriqueciera su perspectiva estética; esto se hizo durante varias ediciones con mucho esfuerzo de producción: nos planteaba muchas exigencias, además de grandes inconvenientes que debíamos sortear, como las inclemencias del tiempo, el ruido, la iluminación pública y el comportamiento social. Pero todo valía la pena cuando un público siempre diverso se prestaba con gran atención al disfrute de la experiencia de ver arte nacional e internacional de gran calidad estética”.

Tener una sede confortable y muy bien habilitada, El Circuito para la Exhibición de Nuevos Medios, en el antiguo Cine Encanto, facilita obviamente la realización del Festival. Me gustaría conocer la relación entre FIVAC y El Circuito más allá del evento mismo.

Santana: “Contar finalmente con una sede por supuesto cambió todo. En primer lugar, acondicionarla y dotarla del equipamiento imprescindible y el entorno adecuado nos tomó mucho tiempo y esfuerzo, pues tenía unas condiciones deplorables, y al mismo tiempo debíamos seguir organizando el Festival y sus sucesivas ediciones. O sea, muchísimo más trabajo en todas las direcciones. El Circuito fue un sueño de varios años, pues entre festivales había un lapso de tiempo en que organizábamos talleres, encuentros, presentábamos muestras en instituciones o de manera itinerante en otros eventos. Para ello no siempre contamos con espacios adecuados ni apoyo y comprensión en instituciones, por lo que siempre se contaba con nuestra casa como cuartel general. Cuando el circuito estuvo listo para el festival, todo se hizo un poco más fácil: un personal fijo y capacitado, la tecnología a disposición, la infraestructura que posibilitó el control de cada aspecto necesario para apoyar la imagen y realización del festival”.

¿Cuál crees que es la misión de El Circuito en el entramado cultural de la ciudad? ¿Cambiará algo de ello en lo sucesivo, tras esta experiencia de la pandemia por la Covid-19?

“La misión más importante, a mi entender, es la conexión entre el arte más contemporáneo, la investigación y la tecnología con las audiencias más jóvenes. Fomentar el intercambio internacional, sobrepasar las barreras de la situación geográfica con respecto a la capital, aspecto que seguimos viendo como una utopía que se acrecienta cada vez más, sobre todo en las actuales condiciones económicas. Luego de la pandemia habrá que repensar muchas cosas: al ser un espacio autofinanciado, la pandemia nos dejó muy mal parados; resistimos a grandes costos personales, pues no contamos con ayuda para mantener a todo el equipo de trabajo en todo este tiempo. Esto hace que por lo pronto tengamos que recuperar fuerzas y lograr estabilizarnos por un tiempo y ver cómo evoluciona el entramado cultural de la ciudad y el país, pues para lograr estos objetivos específicos no podemos hacerlo solos, aislados; es importante contar con un sinnúmero de elementos que propicien nuestro accionar.

¿Camagüey sigue estando preparado —pienso en un plano más bien espiritual— para asumir un evento como FIVAC o, por el contrario, ha decaído el entusiasmo inicial?

“Es inevitable que al paso del tiempo los eventos cambien, se modifiquen, se adapten a cada momento. Por suerte este ha perdurado por varios años, otros no se han logrado mantener y menos los de carácter internacional y, además, autofinanciados. En eso, al menos, FIVAC ya tiene un récord. La otra cuestión vital es el equipo con que se hace el festival; si bien es cierto que el núcleo primigenio no ha cambiado, sí el resto del equipo, que ha llegado a nuclear alrededor de treinta personas en cada edición. Conformar este equipo imprescindible a lo largo de estos años ha sido y sigue siendo un reto, pues el éxodo de profesionales de toda la amplia gama que involucra el evento ha sido grande. Normalmente uno no se percata de manera tan evidente como cuando prepara un equipo para un evento internacional en una provincia y en Cuba. La disponibilidad de profesionales para enfrentar los requerimientos y los estándares imprescindibles a los cuales estábamos habituados es algo complicado; esto viene siendo el peligro mayor para el sostenimiento del festival. Algo también definitorio es la importancia y apoyo que se le dé, a nivel de autoridades y decisores locales y nacionales”.

Siento que FIVAC, aun cuando involucra a un equipo muy amplio, es para ti un proyecto muy personal, casi tan personal como una obra de arte. ¿Por qué dedicar tanto tiempo y energías a algo de esa naturaleza?

“Reflexionando ahora a la distancia en el tiempo, creo que siempre me he involucrado con otros artistas y con procesos; el artista encerrado en su estudio, aislado, al menos nunca ha funcionado para mí. Siempre en mis obras he involucrado a muchas personas, en las instalaciones, exposiciones y en las esculturas ambientales mucho más. Me interesa disfrutar el proceso y la colaboración, aprender de otros saberes, integrarlos cuando la idea lo demanda. Por ello el festival lo tomo como una extensión, por momentos agotadora, pero siempre como un aprendizaje, al fin y al cabo, para desarrollar el arte contemporáneo. Uno, como artista, necesita de todas las habilidades y conocimientos posibles”.

Las confluencias entre el arte y la tecnología han sido una constante en tu obra y en tu vida. Recuerdo una exposición hace años, tal vez a finales de los noventa, con un espíritu muy lúdico, en la galería Alejo Carpentier, que enfocaba la comunicación desde la perspectiva de los artefactos utilizados en función suya. ¿Tiene FIVAC puntos en común con aquellos objetos, con el espíritu que los animaba? ¿Cuáles podrían ser?

“El festival me ha permitido, desde mi ciudad natal, traer y conocer obras de todo el mundo, dialogar y aprender de otros artistas. Esto sin duda ha influenciado mi perspectiva a la hora de hacer mis creaciones. Después de nueve ediciones hemos podido apreciar varios cientos de obras internacionales, conferencias, talleres de creación; esto sin duda me ha enriquecido mucho y ese fue en principio una de las motivaciones personales para realizar un evento específico sobre video creación aquí”.

¿En qué ocupas en estos momentos tu tiempo?

“En estos momentos en primer lugar concluir la novena edición de FIVAC, pospuesta desde abril por la pandemia; segundo reanudar el trabajo diario y constante de la sede, el Circuito, luego de un prolongado cierre, pero más en lo personal estoy profundizando y continuando la investigación de la última exposición personal que realicé en 2018: “Contenido Neto”; explorando otros materiales, ideas e intentando hacer que llegue al público luego, es decir a las galerías”.

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